Llegué el domingo por la noche, técnicamente ya el lunes, a eso de las 00:40 con 20 minutos de retraso y un vuelo saltarín de los que ponen el estómago a prueba.
A parte de una vecina de fila un poco nerviosa que cada vez que el avión saltaba empezaba a recitar "nos caemos, nos caemos" (sgrunt -_-) y los de Ryan Air que ya no saben que venderte, todo bien.
Revista, iPod y allá que vamos.
Lunes por la mañana, me despierto y Barcelona me saluda con un día frío y lluvioso. ¡Y yo que me pensaba que iba al calorcito! Menos mal que llevaba un par de zapatos cerrados porque mi calzado alternativo son unas alpargatas y unas sandalias, ninguna adapta a días de lluvia.
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