Yo soy de esas a las que a penas les toca el sol le aparecen como por arte de magia mil manchas en la cara. Protección 50+ y todo lo que quieras pero el único método para tenerlas a raya es que no me toque el sol. Así que, además de mi búsqueda constante de soluciones naturales al problema epidérmico, en verano soy adicta a gorras, sombreros y bandanas.
Sin que venga a cuento me podría definir como una vez hizo el gran arquitecto Jean Nouvel, soy la mujer del sombrero intermitente.
Hace poco tuve que ir un sábado al Apple Store de Orio al Serio, un centro comercial enorme que hay enfrente el aeropuerto de Bérgamo (otro día si eso hablamos que centros comerciales, que aquí esta plagado. No me gustan nada). El caso es que como soy muy lista y no cogí cita en la Apple tuve que esperarme hora y media. Y que haces una hora y media en un centro comercial? Pues entras en en cualquier tienda que haya por allí. ¿Y quieres no entrar en una tienda de sombreros?
Obviamente yo buscaba un sombrero como el de Silvia. No hubo suerte. Mucho tipo borsalino, mucha pamela en paja, mucha gorra un poco a la casa de la pradera, pero ni rastro del sombrero a rayas de mi corazón.
El consuelo que me queda es que tampoco hace sol...
¡Si alguien lo ve que me de un toque!
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